Quiero che sepas
una cosa.
Tรบ sabes cรณmo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoรฑo en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leรฑa,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeรฑos barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejarรฉ de quererte poco a poco.
Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habrรฉ olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazรณn en que tengo raรญces,
piensa
que en ese dรญa,
a esa hora
levantarรฉ los brazos
y saldrรกn mis raรญces
a buscar otra tierra.
Pero
si cada dรญa,
cada hora
sientes que a mรญ estรกs destinada
con dulzura implacable.
Si cada dรญa sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mรญo, ay mรญa,
en mรญ todo ese fuego se repite,
en mรญ nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estarรก en tus brazos
sin salir de los mรญos.
(P. Neruda, Los versos del
Capitร n)